Hoy no es uno de nuestros expertos quien va a compartir sus conocimientos, sino una conocedora de la Historia, pero desde el punto de vista de una aficionada que la lee por el placer de leerla, visualizarla y revivirla. Hablará, además, de su ciudad natal, Málaga, en la época romana. Os chocara su nombre y su primer apellido, seguro. Pero es que de la mezcla de un nordico y una española solo puede salir cosas buenas.
Ella es Anna Nielsen Garcia, ayudante de marketing de Helle Hollis una empresa daneso-española que lleva muchos años junto al aeropuerto de la capital de la Costa del Sol. Con su interesante escrito nos quedamos. Gracias, Anna
“No es la primera, ni será la última vez que me sueño en la ciudad de Málaga del año 218 antes de Cristo, después de las Guerra Púnicas. Fue por aquel entonces cuando el poderoso Imperio Romano se hizo con el control del lugar que es hoy esta ciudad, al igual que subyugó a otras regiones que se hallaban bajo el dominio de Cartago.
El asentamiento romano en Málaga
Las poblaciones del interior no tardaron mucho en someterse al yugo romano a inicios del segundo siglo antes de nuestra era, de modo que se convirtieron, al menos las de mayor, importancia en verdaderas ciudades, con un mínimo de autonomía, pero siempre bajo el férreo control romano.
Fue Roma la que unificó a quienes vivían en y de la costa con aquellos que obtenían su sustento de las tierras del interior. Pero no olvidemos que se trataba de una colonización –la palabra invasión posee una serie de matices que no son adecuados para este caso, o al menos para el momento concreto-, de modo que se establecieron, lógicamente, colonos.
Recursos por cultura
Fueron estos colonos itálicos quienes, a cambio de explotar los recursos naturales de la zona, trajeron el latín, así como unas costumbres y unas leyes que cambiarían de manera radical la vida y la forma de ver el mundo de quienes poblaban aquel entorno.
A lo largo de estas décadas, el Municipium Malacitanum se convertía en un punto importante de paso en la conocida como Via Herculea. La calzada suponía un enorme impulso tanto en lo cultural como en lo económico para la ciudad, poniéndola en contacto con otros lugares de la Hispania Interior, así como con el resto de puertos del Mediterráneo.
Esplendor económico y cultural
Decía que me he soñado y seguiré haciéndolo en una Málaga importante en lo económico y en lo cultural, tal como prueba el que por esta época se construyera el maravilloso Teatro Romano, uno de los más antiguos de la Península.
Cuando cayó la República y con la llegada del recién estrenado sistema político, lo territorios de Málaga, que llevaban siglos siendo romanos, se repartieron en lo administrativo entre los cuatro conventos jurídicos en los que se desgajó la provincia Bética que acaba de nacer de la mano de Augusto.
Si hemos de atender a lo que escribió el historiador griego Estrabón, la ciudad poseía una planta irregular, tal como lo era la de las ciudades de origen Fenico. En ella, el Imperio acomete la construcción de grandes obras. Así, es la dinastía Flavia quien comienza con e puerto y será la Augusta la que construya el teatro.
Málaga es diferente
El emperador Tito, perteneciente a la dinastía Flavia, es quien concede a Málaga los privilegios propios del municipio y estatus de ciudad confederada. De esta forma, podría decirse que en Málaga se han vivido tres repúblicas, en lugar de las dos del resto de la Península.
Cabe reseñar que la Malaca romana llega a un importante punto de desarrollo. Tanto es así que alcanzó a regirse por una ley, un código diferente, como es el caso de la Lex Flavia Malacitana, en el que se otorgaba importancia a la personas de cierto nivel cultural y amantes del arte.
En la época, la vida social y espiritual de la ciudad presentaba algunas distinciones con respecto al resto del Imperio, debido a las diferencias étnicas. Económicamente, la zona se sustentaba de la agricultura y de la pesca.
Llegado el año 325, el Concilio de Nicea se encontró con una Málaga, a diferencia del resto de enclaves romanos en Hispania, fuertemente cristianizada, a pesar de las frecuentes revueltas que se habían producido en contra de los romanos cristianizados por su oposición al paganismo.”